martes, 6 de septiembre de 2016



Las salas expositivas, un ambiente de aprendizaje en los museos.

Las salas como ambiente expositivo nacen en los templos de la Grecia antigua. En el siglo V a.C  ya existía un ala de los santuarios que fungía como galerías de columnas que rodeaba el recinto, donde también se exhibían las ofrendas que los devotos ofrecían religiosamente a sus dioses, expuestos en esculturas, jarrones, pinturas, entre otros

 A pesar de que los templos eran lugares para la oración, también existían espacios donde el público podía disfrutar y contemplar las obras expuestas. Así lo manifiesta Pastor (2004: 26) “las piezas depositadas en los santuarios (Delfos, Olimpia, Éfeso, etc) donde llegaban ofrendas de todo el mundo, se custodiaban como una finalidad religiosa… pero también crear algo semejante a un tesoro público”. Al acumular los valiosos objetos artísticos, los sacerdotes tenían un espacio en los templos para exhibir dichas obras.

 También se dice que en el siglo III a. C. en la edificación llamada “museion” construida por Ptolomeo Filadelfo en el Palacio de Alejandría, existían una gran colección de objetos raros o extraños, tanto animal, vegetal y mineral, que estaban expuestas en salas que no eran espacios abiertos a todo tipo de público, sino, para  algunos privilegiados como los eruditos y cultos.

Por consiguiente, en la Grecia y Roma antigua la aristocracia coleccionaba obras de arte en sus residencias donde decoraban espacios para  exhibirlas con orgullo a los amigos y visitantes. Así también, muchos monarcas coleccionaban objetos preciosos que exponían en los palacios y sitios públicos para ser exhibidos a los ciudadanos como signo de poder.  Incluso, esa actividad de coleccionar y de mostrar las obras de valor artístico se realizaban en la Edad Media donde tenían lugares sagrados (templos y monasterios), como San Marcos en Venecia y Saint –Denis en París, para exponerlas. (Salvat, 1974).

Por otra parte, con el auge de la Ilustración (siglo XVIII) muchos coleccionistas apreciaban el objeto y lo exhibían en sus residencias en un cuarto cerrado para tal fin, donde lo ordenaban y clasificaban de manera culta. Además, en este siglo se crean los museos de carácter científicos para el público donde las salas expositivas eran sistematizadas para la contemplación de los visitantes y para la conservación de las obras artísticas.

Hoy día, se consideran a las salas expositivas espacios donde se resguardan y  preservan las colecciones de arte en los museos, y a su vez, son ambientes pedagógicos, ya que se deben exhibir las obras de forma organizada con una comunicación sistemática e intencional. Con esto se logra los procesos de enseñanza- aprendizaje para la formación individual o colectiva de los visitantes de todas las edades. Este trabajo educativo no se logra sólo, también se incluyen los diversos elementos didácticos y técnicos (paneles, cédulas, textos, iluminación, vitrinas, iluminación, climatización, entre otros) que ayudarían al espectador a sentirse cómodo consigo mismo y con la obra, “que responda a un sentido profundo: vitalizar la comunicación entre la obra y el espectador” (León, 2000: 11).

Por tal razón, si las salas de los museos están bien organizadas con los elementos antes nombrados, los espectadores que las visitan aprenderán de manera directa de los objetos y los contenidos educativos, de allí adquieren destrezas o habilidades prácticas, se nutren de contenidos informativos, y adopta nuevas estrategias para aprender y actuar. Ese tipo de aprendizaje se le considera significativo ya que también incluyen los conocimientos previos, las experiencias, la dimensión afectiva y emotiva de las personas.

Ese trabajo de preparación y presentación es una tarea ardua de estudio y creatividad para la directiva y para los profesionales que trabajan en los museos, es un proyecto de equipo que busca como resultado final una ambientación adecuada para estimular y educar al público, así lo plantea León (2000: 81) cuando expresa que el personal tiene “que estar dotados de inspiración para educar al público, de recursos múltiples para ofrecer un arte al día y capacitados para la comunicación humana que implica el estudio de la cultura”.

Debe señalarse, también, que los espacios de los museos deben ser ambientados para que inviten a los visitantes a entrar gustosamente en un proceso de comunicación inmediato y eficaz con las obras y sus alrededores utilizando el sentido de la vista, y que no sea sólo para un “descanso visual”, sino también, que se obtengan de las salas y de los trabajos técnicos y didácticos una formación artística e histórica de lo contemplado. Como lo señala Velarde en Belcher (1994: 83) “Los museos son lugares de lo que podríamos denominar entretenimiento culto. Son lugares a los que acuden quienes disfrutan con  el  conocimiento”.

Para culminar, el objetivo de los museos en pleno siglo XXI ya no es que el arte espere pasivamente al espectador como en los siglos pasados. Las exposiciones actuales tienen un principio, una parte central y un fin: es un  proceso de acercamiento cognitivo y constructivo a la vez.  “Es el encuentro entre el objeto y objetivo públicos de deseo” (Fernández, 1999: 12). Es por ello, que las salas de los museos son y serán siempre un espacio que educa y entretiene a todo tipo de público de manera significativa.

Dr. Nohé Gonzalo Gilson R. 

Referencias Bibliográficas:

Belcher, Michael. (1994). Organización y Diseño de Exposiciones. Su relación con el museo. Ediciones Trea, S.L. Gijon.
 Fernández, Luis. (1999) Introducción a la Nueva Museología. Alianza Editorial. Madrid.
León, Aurora. (2000). El Museo. Teoría, praxis y utopía. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.). Madrid.
 Pastor, María (2004) Pedagogía Museística. Nuevas perspectivas y tendencias actuales. Ariel Patrimonio. Barcelona España.
 Salvat (1974) Los museos en el Mundo. Salvat editores, S.A. Barcelona España

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