Las salas
expositivas, un ambiente de aprendizaje en los museos.
Las salas como ambiente expositivo nacen en los
templos de la Grecia antigua. En el siglo V a.C ya existía un ala de los
santuarios que fungía como galerías de columnas que rodeaba el recinto, donde
también se exhibían las ofrendas que los devotos ofrecían religiosamente a sus
dioses, expuestos en esculturas, jarrones, pinturas, entre otros
A pesar de que los templos eran lugares para la
oración, también existían espacios donde el público podía disfrutar y
contemplar las obras expuestas. Así lo manifiesta Pastor (2004: 26) “las
piezas depositadas en los santuarios (Delfos, Olimpia, Éfeso, etc) donde
llegaban ofrendas de todo el mundo, se custodiaban como una finalidad
religiosa… pero también crear algo semejante a un tesoro público”. Al
acumular los valiosos objetos artísticos, los sacerdotes tenían un espacio en
los templos para exhibir dichas obras.
También se dice que en el siglo III a. C. en la
edificación llamada “museion” construida por Ptolomeo Filadelfo en el Palacio
de Alejandría, existían una gran colección de objetos raros o extraños, tanto
animal, vegetal y mineral, que estaban expuestas en salas que no eran espacios
abiertos a todo tipo de público, sino, para algunos privilegiados como
los eruditos y cultos.
Por consiguiente, en la Grecia y Roma antigua la
aristocracia coleccionaba obras de arte en sus residencias donde decoraban
espacios para exhibirlas con orgullo a los amigos y visitantes. Así
también, muchos monarcas coleccionaban objetos preciosos que exponían en los
palacios y sitios públicos para ser exhibidos a los ciudadanos como signo de poder.
Incluso, esa actividad de coleccionar y de mostrar las obras de valor
artístico se realizaban en la Edad Media donde tenían lugares sagrados (templos
y monasterios), como San Marcos en Venecia y Saint –Denis en París, para
exponerlas. (Salvat, 1974).
Por otra parte, con el auge de la Ilustración (siglo
XVIII) muchos coleccionistas apreciaban el objeto y lo exhibían en sus
residencias en un cuarto cerrado para tal fin, donde lo ordenaban y
clasificaban de manera culta. Además, en este siglo se crean los museos de
carácter científicos para el público donde las salas expositivas eran
sistematizadas para la contemplación de los visitantes y para la conservación
de las obras artísticas.
Hoy día, se consideran a las salas expositivas
espacios donde se resguardan y preservan las colecciones de arte en los
museos, y a su vez, son ambientes pedagógicos, ya que se deben exhibir las
obras de forma organizada con una comunicación sistemática e intencional. Con
esto se logra los procesos de enseñanza- aprendizaje para la formación
individual o colectiva de los visitantes de todas las edades. Este trabajo
educativo no se logra sólo, también se incluyen los diversos elementos
didácticos y técnicos (paneles, cédulas, textos, iluminación, vitrinas,
iluminación, climatización, entre otros) que ayudarían al espectador a sentirse
cómodo consigo mismo y con la obra, “que responda a un sentido profundo:
vitalizar la comunicación entre la obra y el espectador” (León, 2000: 11).
Por tal razón, si las salas de los museos están bien
organizadas con los elementos antes nombrados, los espectadores que las visitan
aprenderán de manera directa de los objetos y los contenidos educativos, de
allí adquieren destrezas o habilidades prácticas, se nutren de contenidos
informativos, y adopta nuevas estrategias para aprender y actuar. Ese tipo de
aprendizaje se le considera significativo ya que también incluyen los
conocimientos previos, las experiencias, la dimensión afectiva y emotiva de las
personas.
Ese trabajo de preparación y presentación es una tarea
ardua de estudio y creatividad para la directiva y para los profesionales que
trabajan en los museos, es un proyecto de equipo que busca como resultado final
una ambientación adecuada para estimular y educar al público, así lo plantea
León (2000: 81) cuando expresa que el personal tiene “que estar dotados de
inspiración para educar al público, de recursos múltiples para ofrecer un arte
al día y capacitados para la comunicación humana que implica el estudio de la
cultura”.
Debe señalarse, también, que los espacios de los
museos deben ser ambientados para que inviten a los visitantes a entrar
gustosamente en un proceso de comunicación inmediato y eficaz con las obras y
sus alrededores utilizando el sentido de la vista, y que no sea sólo para un
“descanso visual”, sino también, que se obtengan de las salas y de los trabajos
técnicos y didácticos una formación artística e histórica de lo contemplado.
Como lo señala Velarde en Belcher (1994: 83) “Los museos son lugares de lo
que podríamos denominar entretenimiento culto. Son lugares a los que acuden
quienes disfrutan con el conocimiento”.
Para culminar, el objetivo de los museos en pleno
siglo XXI ya no es que el arte espere pasivamente al espectador como en los
siglos pasados. Las exposiciones actuales tienen un principio, una parte
central y un fin: es un proceso de acercamiento cognitivo y constructivo
a la vez. “Es el encuentro entre el objeto y objetivo públicos de
deseo” (Fernández, 1999: 12). Es por ello, que las salas de los museos son
y serán siempre un espacio que educa y entretiene a todo tipo de público de
manera significativa.
Dr. Nohé Gonzalo Gilson R.
Referencias Bibliográficas:
Belcher, Michael. (1994). Organización y Diseño
de Exposiciones. Su relación con el museo. Ediciones Trea, S.L.
Gijon.
Fernández, Luis. (1999) Introducción a la
Nueva Museología. Alianza Editorial. Madrid.
León, Aurora. (2000). El Museo. Teoría, praxis y
utopía. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S.A.). Madrid.
Pastor, María (2004) Pedagogía Museística.
Nuevas perspectivas y tendencias actuales. Ariel Patrimonio.
Barcelona España.
Salvat (1974) Los museos en el Mundo.
Salvat editores, S.A. Barcelona España
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