SANTA TERESITA DEL
NIÑO JESUS… «UN HURACÁN DE
GLORIA»
"Lo que me impulsa a ir al Cielo es el
pensamiento
de poder encender en amor de Dios una multitud
de almas que le alabarán eternamente”.
Santa teresita del Niño Jesús
Teresa
Martin conocida luego como Santa Teresita del Niño Jesús, nació en la ciudad
francesa de Alençon, en el año de 1873. Hija de padres cristianos ejemplares. Ingresa
en el Convento de las Carmelitas Descalzas en el Carmelo cuando tenía 15 años
de edad (siendo la novicia más joven de la congregación) tras pedírselo al
mismo Sumo Pontífice León XIII quien le anima éste con estas palabras:
“Entraras si es la voluntad de Dios”, este encuentro se realizó cuando estuvo
la joven en una peregrinación a la ciudad del Vaticano en Roma.
Teresita
nunca figuró ni resaltó en vida entre sus hermanas de comunidad. Siguió el
reglamento de la congregación y la de Dios “haced como niños…” y con esa
actitud lo amó y lo adoró. Trabajó espiritualmente para estar con él en la palabra,
la oración y en la piedad. Confesando unos días antes de morirse: "Nunca
he dado a Dios más que amor, y Él me pagará con amor”. En búsqueda de esa unión
carnal y espiritual con su eterno amado escribía en la soledad de su celda, su diario:
“Historia de un alma” dejándonos no sólo los recuerdos de la infancia y de la
adolescencia, sino también el retrato de su alma y la descripción de sus
experiencias más íntimas. Se propuso dejar a un lado la modernidad del siglo
XIX compenetrándose como una monja más
del convento, sus hermanas veían en ella “una monjita oscura, vulgar, gris,
débil de cuerpo y tísica en sus últimos años de su vida” (Melgar, 2002. Los
santos del día). Pero todo esto no le impidió dedicarse a misionar
«Siempre he deseado, afirmó en su
autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he
constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la
misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y
el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de
desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables,
por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más
grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis
imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un
camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera
yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy
demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».
Murió
a las 24 años de edad en 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y la
proclamaría después patrona universal de las misiones. La llamó «la estrella de
mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal
de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita. Proclamada
"Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de
1997 (Día de las misiones)
Dr. Nohé Gonzalo
Gilson Reaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario