Filosofía,
Arte y Dios
“La
naturaleza misma ha impreso en la mente de todos la idea de un Dios.”
Cicerón
El hombre según la historia siempre
ha sido un ser amante de las cosas bellas que la naturaleza de por si brinda.
Entendiéndose el término naturaleza: “al conjunto de todo lo que existe”. Para
los antiguos y modernos la belleza se ha interpretado, e incluso, incorporándolo
como un hecho natural, es decir, el que contempla y crea el arte no en sólo hacer o producir sino en pensar. Sucede pues,
que es un acto de copiar de la naturaleza, es una imitación de ella.
El
análisis precedente, lo profundiza Maritain (1972), éste interpreta esa idea
clásica y toma como ejemplo al hombre artista de la prehistoria. Este hombre creaba
belleza pero él también veía y sentía que lo que hacía era sagrado, divino y
espiritual; como también era el pensar y el hacer de los artistas escolásticos.
Como lo afirmaba el crítico de arte alemán Conrad Fiedler (1887): “En la creación de una obra de arte el
hombre se entrega a una lucha por la naturaleza, no por su naturaleza física
sino espiritual”. Para Fiedler y Maritain el arte va más allá del hacer,
sino es crear cosas que sean capaces de emocionar y complacer el alma humana.
Para otro filósofo como Gadamer
(2011) “el arte se define como un dominio propio y autónomo donde se rigen las
leyes de la belleza…” podemos analizar que el protagonista es el artista, quien
imprime el sello de belleza y es el hacedor de la obra quien arregla y dispone
según los griegos clásicos, es decir, recupera el sentido de la obra de arte
como una experiencia de la verdad. Así también lo refleja Comte (2002) “El arte
nos ayuda a amar la verdad, resaltando –incluso cuando el objeto evocado es feo
o banal –su belleza”. Ya que la verdad parte del entendimiento o conocimiento
del artista que le da forma al objeto como una representación de la realidad. A
lo que llamaría Sócrates citado por Ferrater (2001) la verdad del arte “ya no
es manual sino intelectual, el arte de la palabra o del razonamiento”.
Si bien es cierto, que el
hombre artista es el que hace el llamado arte, ese mismo arte se hace posible
en la misma naturaleza, ya que para Gadamer (1991) “el arte que nosotros
llamamos arte, en tanto que la obra no es realmente lo que representa, sino que
actúa imitativamente”. Gadamer, toma los ideales de los artistas clásicos,
planteando que el arte es imitación de la naturaleza y lo hace ver como una
reflexión desde la libertad de pensar. De allí la imitación de la naturaleza,
produciendo obras que tomaban “en sus respectivos ámbitos, religioso o secular,
de la vida, como una ornamentación del modo de vida propio…”. De igual manera
Nietzsche (2007) plantea que la actividad artística del hombre es copiar de la
naturaleza es una “proyección de apariencias”, pero ella de por sí, también es
arte.
Maritain
(1972) en su obra: Arte y Escolástica, planteó que el arte siendo belleza no está
sólo en el orden intelectual, lo especulativo, sino en lo práctico que es el
obrar y el hacer, pero la obra no trabaja sola ya que el artista requiere la
fuerza espiritual de la naturaleza como elemento prodigioso para obrar bien e
irradiar belleza, esa misma belleza que está en la naturaleza.
En
esta perspectiva, Platón no vacila en definir al artista como hombre de Dios ya
que vio en la belleza, que es el arte la
manifestación más evidente del bien. Este hombre de Dios toma esa fuerza divina que se incorpora en su
ser para crear junto lo deseado. Juan Plazaola (1973) cita al padre dominico
francés, teórico del arte: Marie- Alain Couturier donde comenta de que existe
un Dios para los artistas y que unidos lo lleva al camino del bien:
Yo creo que hay
un Dios para los artistas y que él los caya al termino de esa ruta por la que
se van todos los hijos pródigos, pero que no se parece apenas a los caminos
reales por lo que se llega hasta él (…) el Dios de los artista es su arte, y
como su arte se ha encarnado en ellos por todas sus vicisitudes personales (…)
él está allí, como la única esperanza de los artistas de genio, lo mismo para
todos los hombres.
La
filosofía escolástica- tomista nos enseña que toda actividad fabricada por el
artista, es ante todo una actividad intelectual y espiritual que viene de la
práctica, es filosofía y teología a la
vez, pero también, es hombre y Dios, es un mezcla sentimental a lo que él
llamaría el humanismo integral. Para que el artista pueda encontrar esa
belleza, debe tener el hábito intelectual que viene del espíritu, producida y
dada por Dios de una manera individual y original. Como lo recita el apóstol
Santiago en el nuevo testamento: “Tiene
deseos ardientes el espíritu que él ha hecho habitar en nosotros” (St;
4,5).
Para
los medievales, el intelecto y el alma del artista es el vínculo principal que
lo conduce al arte como instrumento del espíritu sin que se pierda nada del
dominio sobre la materia y de su rectitud, de su pureza y de su ingenuidad. Así
lo revela el artista contemporáneo Kandinsky (1952): “Es el único lenguaje que habla al alma y el único que ella puede
escuchar… porque el arte y el alma se compenetran y se perfeccionan
mutuamente”.
Por tal motivo, para poder estudiar
y comprender al artista, hay que escrudiñar su espíritu, su alma, que lo ayuda
a hacer junto con el entendimiento obras bellas, no sólo para él como hacedor,
sino también para el contemplador. Se puede pensar que es un impulso o fuerza
leve que viene de lo más profundo del ser y lo plasma externamente con diversos
materiales para así poder realizar y presentar la obra artística.
Es
por ello, que esa fuerza mecánica del artista no lo logra sólo, se incorpora en
él la fuerza divina que nutre al hombre de ideas perfectibles. Maritain (1972)
explica que esa misma fuerza divina es la que hiso al hombre como criatura
perfecta de toda la creación, formándolo con polvo del suelo y soplándolo en
sus narices aliento de vida. Además, Dios está con el artista, ya es unidad
vivencial, una dualidad, convirtiéndose en una experiencia humano- divina,
listos para crear juntos las obras de arte, lo bello. Es como lo reafirma
Tolstoi (s/f): “Dios se manifiesta en la
naturaleza y en el arte bajo la forma de la belleza: la belleza es el reflejo
de la idea de la materia”. Dios da belleza a todo lo creado, Dios está con
los artistas, Dios está en la naturaleza, Dios es parte del arte. Sin Dios todo
lo antes nombrado es una belleza particularizada. Dios es bello por sí mismo y
en sí mismo. Es perfecto y regala su don al hombre: “todo don perfecto viene de lo alto y desciende del padre de las luces”
(St.1,17).
La
filosofía tomista escolástica plantea que el hombre es imitador de la
naturaleza, ya que se trasciende esa idea, el creador no copia la creación
divina, sino, que actúa como ella prolongando su acción en una continuidad. El
artista se une a esa fuerza divina ya creada, como el discípulo al maestro,
porque es Dios quien conoce las reglas de la belleza: Tolstoy lo manifiesta de
la siguiente manera: “la belleza existe
por sí misma, es una manifestación de lo absoluto, de lo perfecto de la idea,
de la voluntad, de Dios”.
Plazaola
(1973) en su obra: Introducción a la Estética, cita a Emile Bernade, donde este
explica la necesidad del artista de encontrar lo divino, lo sensible, lo
artístico:
Cristo decía a
los suyos: vosotros veréis a Dios. El arte dice lo mismo a los suyos, ser artista
es unir la obra de Dios a la propia. No la materia, sino el Espíritu Divino a
su alma. El arte es divino cuando es el resultado de nuestra unión a Dios por
la naturaleza.
Esa
relación del hombre creador y creado por Dios con la naturaleza, se manifiesta
cuando se logra la forma a través de una comunicación interna- verbal un emisor
y/o receptor, una oración, un acercamiento, un dialogo. Maritain lo refleja
bien cuando dice: “El artista sépalo o no
consulta a Dios al unir las cosas”; y más aún cuando se ejemplifica la
oración de alabanza: el Dios consolador, el Dios de los Bosques de Beethoven:
No tengo amigos.
Debo vivir sólo. Pero yo se que en mi arte, Dios estás más cerca de mí que de
los demás; yo me acerco a él sin temor; yo siempre lo he reconocido y
comprendido. …¡Dios de los bosques, Dios todopoderoso! Yo me siento bendito,
soy dichoso en estos bosques, en cada árbol me hace oír tu voz. ¡Qué esplendor
Señor¡.
Visto de esta forma, Beethoven como
artista, alaba y bendice a Dios, se inspira, emociona y complace su alma, lo
reconoce y comprende. El arte está ligado a la belleza de Dios, porque belleza
no es solo arte, es naturaleza y es hombre artista y contemplador a la vez.
Como lo definía Santo Tomás de Aquino es “una integridad y una perfección”.
Por último es conveniente anotar,
que nosotros también vemos, sentimos y palpamos la naturaleza divina, lo bello,
la creación de Dios, pero también somos seres hechos a imagen y semejanza de él
(Gn. 1, 27). Así sea como simples mortales contempladores o como artistas que
tomamos de su creación para sentirnos ajusto, emocionado y complacido como
creatura de Dios, y de esta manera aceptar un arte vivencial, esto se hace
posible para todos aquellos que lo recibe para así sentir y compartir el bello deleite
contemplados y vivido para nuestra mente y nuestro espíritu.
Dr. Nohé Gonzalo
Gilson Reaño
Conrad Fiedler
(1887) Sobre el origen de la actividad artística.
Comte, André (2002) Invitación
a la Filosofía. Ediciones Paidós Ibérica S.A. Barcelona.
Ferrater, José
(2001) Diccionario de filosofía de Bolsillo. Tomo I y II. Alianza
Editores. Madrid.
Gadamer, Hans-Georg (1991) La
actualidad de los Bello. 1era edición. Ediciones Paidos Ibérica. S.A.
Barcelona. España.
Gadamer,
Hans-Georg (2011) Estética y Hermenéutica. Tercera edición. Editorial Tecnos
Grupo Anaya S.A. Madrid.
Maritain, Jacques
(1972) Arte y Escolástica. La espiga de oro. Buenos Aires.
Nietzsche,
Friedrich (2007) Estética y teoría de las artes. Editorial Tecnos (Grupo Anaya
S.A.). Madrid.
PLAZAOLA, Juan. (1973).Introducción
a la Estética. Bibliotecas de
Autores Cristianos, de la Editorial Católica, S.A. Madrid,
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